El epidemiólogo Ernesto Taboada evalúa este tiempo de “convivencia” junto al virus y prefiere no hablar ya de cuarentena sino de medidas focalizadas a grupos vulnerables y activos que van de los 30 a 44 años.

 

Nota realizada al Dr. Ernesto Taboada, en Diario La Capital, Rosario. Publicada el día Martes 20 de Octubre de 2020. Para ver la nota original ingresé acá »

 

Se cumplen hoy, 20 de octubre, siete meses del primer infectado por coronavirus en la Argentina y no son pocos los que leen el presente del país, la provincia y de Rosario como “esquizofrénico”. Una suba que parece imparable de contagios y muertos por día y medidas de flexibilización constantes.

El epidemiólogo y director del Instituto Lazarte de capacitación en posgrados en Rosario, Ernesto Taboada, prefiere hablar de “contradicciones” y dice que más que preocuparse hay que analizarlas y reflexionar sobre ellas. Y sostiene además que a esta altura habría que pensar en “cuarentenas selectivas” en los grupos activos: adultos desde 30 a 44 años y en poblaciones cerradas que conviven en instituciones como geriátricos, cárceles y escuelas.

“Estamos mal, pero en este país todos los enfermos recibieron atención y no se debió optar por dejar morir a nadie como en otros países”, dijo el neumonólogo y director del posgrado de Epidemiología de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), que no dejó de criticar que en esta pandemia opinaron muchos infectólogos pero se deben sumar a las políticas de Estado frente al coronavirus más voces de “epidemiólogos y sociólogos” porque, según él, son los que analizan como nadie el pulso de la población en relación a las enfermedades.

—Argentina superó el millón de contagios a los siete meses del primer caso y Santa Fe está entre las provincias con más infectados y muertos (80.871 y 836, respectivamente al 19 de octubre). Sin embargo, se piensa en flexibilizar medidas para los niños en los clubes, para las actividades náuticas, en los bares. ¿Es un panorama esquizofrénico?

—Diría que es contradictorio, pero también que no es difícil que aparezcan las contradicciones en una crisis sanitaria que está acompañada por este desarrollo de crisis político, económico y social en nuestro país. No deberíamos estar preocupados sino abocados a analizar esas contradicciones y generar nuevos conocimientos; comprender que esta nueva pandemia no está sólo producida por el virus sino por la interacción social. Lo dije al principio de la pandemia: el virus no tiene conciencia ni pensamiento, para replicarse necesita de un organismo vivo y circula a través de las personas en relación al sistema productivo, por eso en nuestra provincia, por ejemplo, que es tan extensa y diversa, la mayor cantidad de casos se registran en el sur. Hay mayor infectividad porque hay mayor relación social debido a que hay una población más numerosa y los procesos de intercambio son mayores y muy dinámicos.

—El volcado y registro de datos fue un tema de discusión, ¿este es un momento de inflexión donde habría que evaluarlos?

—Uno de los problemas que hemos tenido es recolectar y volcar datos técnicamente siempre detrás de los hechos. La información al día de tantos casos, tantas muertes y recuperados nos permite saber algunas cosas pero también perder de vista sobre lo que pasa alrededor al momento de tomar decisiones. Para mí, por ejemplo, hay una confusión importante en torno a qué es un caso, por qué se toma también a los asintomáticos. El caso se define por la clínica más la confirmación de la presencia del virus. Si a los asintomáticos los tomamos como un caso estamos falseando parcialmente un dato científico. Por otro lado, si hay una persona con síntomas pero sin el virus, no es un caso de coronavirus, posiblemente sea otra virosis, entonces, ¿la sumamos a los casos acumulados o no? Se está sumando todo y esto debería reevaluarse de manera moderna y con un enfoque constructivista, una evaluación de cuarta generación, con datos de los casos acumulados, el resultado de las acciones que se implementaron, que son importantes pero más lo serán cuando haya pasado un tiempo y los veamos en su totalidad para realizar comparaciones entre regiones y países. También hay que evaluar las acciones de las personas ligadas a la gestión de la crisis sanitaria y de quienes orientaron el proceso de contención y recuperación: los decisores políticos y responsables de la gestión sanitaria.

—¿Y hasta ahora qué falta?

—Evaluar algunos conceptos y ajustar la pata poblacional, la información de las personas, de los destinatarios de las medidas y su opinión sobre la gestión política sanitaria.

¿Incluso en medio de la pandemia?

—En medio de la pandemia hay que ocuparse de controlar la pandemia y de los casos activos que la curva marca entre las personas de 30 a 44 años, allí está el foco y no hay que permitir que a partir de ellos se propague el virus. Hay que vigilar los casos estrechos a ese grupo y aislarlos. El aislamiento estricto o cuarentena en un principio fue eficaz porque logró aplanar una curva que se prolongó en el tiempo y dio lugar a que el servicio de salud pudiera contener todos los casos. Sin dudas estuvo bien esa decisión, es una medida extrema pero calma los ánimos y se corta la cadena de contagios. Pero ahora no hablaría de una cuarentena general sino de controlar de cerca, de manera extrema, a este grupo, activo en todo sentido, e intentaría aperturas y cierres controlados.

—Y ese grupo activo en general es el que se encarga de los niños, ¿qué habría que decidir con ellos?

—Los niños y adultos mayores de 75 años son los que menos se enferman, aunque estos últimos tienen alta tasa de letalidad por la acumulación de años y padecimientos cardiovasculares, diabetes y otras patologías. A los niños hay que protegerlos, pero no tienen alta letalidad como con el virus de la polio. Yo lo viví: se suspendían las clases y los chicos estábamos en casa, en el lugar seguro, con un buen grado de conciencia y con bolsillitos portables con alcanfor en la camiseta. Fue terrible. Con este virus, uno se enfrenta con un caso de una niño o niña y lo lamenta, claro, pero por suerte no fueron los casos más recurrentes. Los chicos algunas actividades deben tener, no solo dentro del hogar sino afuera porque eso hace al sano desarrollo de su vida. De todos modos estuvo bien que no vayan a la escuela. La cuarentena a esta altura debe ser muy selectiva para grupos poblacionales en instituciones donde el riesgo de contagio es mayor porque conviven muchas personas: geriátricos, cárceles, escuelas. Sin ser un Estado policía hay que estar alerta en términos sanitarios o de acción de salud pública. Y seguir con las medidas que se aplicaron desde el comienzo: uso de tapabocas, lavados de manos y cara al entrar y salir de un lugar, distanciamiento social.

—Pero seguimos con problemas de falta de agua en algunos barrios para cumplir con las medidas de siempre.

—Ese es el problema de los desarrollos sociales desiguales. El Estado en esos lugares no solo debe estar presente sino ser omnipresente es decir universal, en todos lados.

—El Congreso tiene tiempo hasta el 31 de noviembre para votar el impuesto extraordinario a la riqueza, ¿no sería una manera de cubrir en esta emergencia esas falencias sociales?

—Es una salida y tal vez haya que pensar incluso en una más permanente. También habría que evaluar esto en este momento de inflexión de la pandemia.

—¿Qué pasó con el calor? A principios de la pandemia se decía que iba a detener al virus y es una de las tantas predicciones no cumplidas.

—Es que como dije antes, la pandemia no depende del virus sino de la interacción social, el sistema productivo y sus formas de reproducción social. El intercambio produce aumento de casos. Hay que ver cómo se vuelven a tomar medidas restrictivas en Europa por esto.

—¿Se puede inferir que en Argentina pueda pasar como en Europa, que en algún momento bajen los contagios y vuelva a haber una segunda ola?

—No se puede asegurar. Mucho se ha querido predecir en esta pandemia: la cima de la curva, el pico, la bajante o declinación o el fin de la Pandemia. Muchos con buena voluntad de colaboración y de aportes, otros con narcisismo, tal vez, expresaron su opinión, incluso los físicos, y no tengo nada contra ellos. Pero los modelos matemáticos deterministas y estocásticos fallaron todos. Tal vez, modelos que estudien las redes complejas puedan acercarnos a una explicación de lo que se produce en una pandemia como la actual y nos ayuden a estimar mejor la probabilidad de estos sucesos. En este punto soy partidario de utilizar los recursos que aportan la epidemiología y la vigilancia epidemiológica y para el cálculo de probabilidad del riesgo de enfermar la clásica tasa de incidencia que es la principal medida del riesgo. Creo que se necesitan más epidemiólogos porque trabajamos interdisciplinariamente. Hay que aceptar todos los aportes, discutirlos, analizarlos. Nación provincia y municipio trabajaron mucho con los infectólogos que posan su ojo en lo clínico, en lo individual. El Covid-19 es un problema epidemiológico, de la población, no de leyes físicas. Me parece que en general la acción provincial y municipal fue positiva, han habido conflictos, contradicciones y las habrá. La situación genera intranquilidad, ansiedad, los recursos humanos en salud no abundan y encima también se enferman. Estamos mal, pero en este país todos los enfermos recibieron atención y no se debió optar por dejar morir a nadie como en otros países.

—¿Por qué cree que algunas personas hacen caso omiso a las normativas y las incumplen?

—Es una minoría que niega la realidad, egoísmo de clase, son lo que saben que si se contagian contarán con todos los recursos y más probabilidades para recuperarse. Como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien contó con un tratamiento con dos anticuerpos monoclonales costosísimos que él dice que estarán al alcance gratuito de todo el mundo cuando no será así. A este virus lo vamos a tener siempre, como a la gripe. El Covid vino para quedarse, no será erradicado, y para contenerlo no nos quedarán más que medidas de acción global como la vacuna y alguna molécula farmacológica: un remedio para evitar la multiplicación del virus.

—Una buena noticia para la industria farmacológica.

—Sin dudas, porque responde a nuestro sistema productivo.